miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPITULO 61

Atravesé el hall del edificio aún corriendo, dejando un camino de agua que chorreaba de mi pelo y mi ropa. Realmente llovía muchísimo afuera y mi estado era el peor, pero ni siquiera eso me importaba en ese momento, estaba decidida, nerviosa obviamente, pero muy segura. Miré el reloj antes de tocar el timbre y ya eran casi las tres de la mañana. Dudé que me fuera a abrir la puerta a esa hora, pero ya estaba ahí, creo que un portazo en la cara era lo peor que me podía pasar.

Estiré el brazo, un poco temblorosa y presioné el botón. Sentí como sonaba en el interior pero todo era silencio. Mierda, y si no había nadie? O peor, si estaba con... ella? Respiré hondo y cerré mis ojos, mientras esperaba bastante ansiosa que se abriera la maldita puerta. Verlo de una vez, eso necesitaba, con urgencia.

Me miré en la pantalla del celular y me maldije por haber elegido un día tan feo para venir, mi pelo era un desastre, tenía todo el rímel corrido y las gotas de agua caían por todo mi rostro. La remera que era blanca ya estaba casi transparente de tan mojada, y se me pegaba al cuerpo, odiaba cuando eso pasaba. Guardé el celular ya que de nada serviría arreglarme ahora, era un desastre de pies a cabeza y ya ni eso importaba.

Toqué nuevamente el timbre y esta vez sentí claramente algunos ruidos en el interior del departamento, lo que me dio esperanzas, y un poco de miedo. Escuché unos pasos acercándose y luego el ruido de la cerradura. Temblé al instante.

La puerta se abrió lentamente y ahí estaba él, después de no verlo por varios días, que parecieron una eternidad. Estaba más lindo que nunca, será por su cara de dormido, su pelo totalmente alborotado, y la expresión de sorpresa en su rostro. Llevaba solo un jean que al parecer se lo había puesto nada más para abrir la puerta porque se había olvidado de cerrarlo y tenía los párpados prácticamente pegados. Quedé embobada mirándolo, como cada vez que lo veía sin remera, mientras él refregaba sus ojos intentando entender la situación. Estaba tan sorprendido como lo imaginé, me miraba de arriba a abajo con la boca abierta, de verdad no entendía nada.

- Que haces vos acá? - preguntó con voz ronca, sí, definitivamente lo había despertado
- Vine a aclararte una cosa que está dando vueltas en mi cabeza desde la última vez que hablamos - contesté muy segura de mi misma
- No podías esperar hasta mañana? - preguntó con el ceño fruncido y negué con la cabeza
- No, no aguante más, perdón si te desperté pero necesito aclarártelo ya - dije bastante ansiosa
- Dale, hablá - dijo mirándome fijo a los ojos, expectante
- Mira, yo te entiendo, entiendo que estés enojado, que me odies por ser tan pendeja, tan histérica, yo también me odio por eso - él me miraba confundido, pero no pensaba dejarlo hablar, tenía que largarlo todo o iba a explotar - Soy una boluda, me mandé mil cagadas, sobre todo con vos, así que si, estás en todo tu derecho de enojarte conmigo, de putearme, de odiarme, pero grabateló... Vos de mi no te vas a olvidar! - dije elevando el tono de voz en la última frase y sus ojos se abrieron como platos.

Sin darle tiempo a decir ni una sola palabra me abalancé sobre él, agarrando con firmeza su rostro con ambas manos y volviendo a unir nuestros labios después de tanto tiempo. Él se quedó quieto, sin mover ni una sola parte de su cuerpo, pero al ver que yo no pensaba soltarlo, comenzó a seguirme el ritmo y colocó sus brazos alrededor de mi cintura para acercarme aún más a su cuerpo.

Con una de mis manos rodee su cuello, mientras él intentaba cerrar la puerta, sin separarse de mi ni un momento. Una vez que logró cerrarla, me acorraló contra ella. A medida que los minutos pasaban, el beso iba subiendo más de tono, ya se nos estaba yendo de las manos. Nos separamos tan solo unos centímetros por falta de aire y él apoyó su frente sobre la mía, con una sonrisa de oreja a oreja que se me contagió enseguida.

Su respiración estaba muy agitada y chocaba en el aire con la mía, que seguía el mismo ritmo, no puedo explicar la sensación que eso me generaba. Nuestras miradas no se podían desconectar, sus ojos eran adictivos, en serio, no podía dejar de mirarlo.

- Ori, yo... - susurró acariciando mi rostro con delicadeza
- Shhh - lo interrumpí volviéndolo a besar, esta vez agarrándome fuerte de su espalda mientras él apoyaba una mano en mi nuca para profundizar el beso.

Sin separarnos nos dirigimos hacia el sillón, donde caímos los dos, yo sentada sobre su falda, depositando mis piernas una a cada lado de su cuerpo, sin soltarlo ni un segundo.

Se separó por un momento y escondió su cabeza en mi cuello, dejando algunos besos allí mientras sus manos recorrían mi espalda por debajo de la remera mojada. Me estremecí cuando la empezó a subir para sacármela y creo que recién ahí reaccioné y me di cuenta lo que estábamos a punto de hacer. Con una mezcla de delicadeza y desesperación logró sacarmela y la tiró por algún lugar del departamento. Mis nervios se apoderaron de mí al instante, él volvió a unir nuestros labios con ternura pero yo no reaccionaba, creo que hasta temblaba.

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