martes, 4 de marzo de 2014

CAPITULO 60

Dicen que la indiferencia mata, y juro que jamás escuché una frase tan real como esa. No me había dado cuenta de eso hasta que Julian empezó con esa idea estúpida de ignorarme. Prefería que me odiara, que me gritara, me puteara, pero que me ignorara era algo que me estaba matando.

Había pasado una semana desde esa última conversación por whatsapp. No lo había vuelto a ver, tampoco a los chicos. Solo me juntaba con Fran, todos los días, intentando a través de él olvidarme definitivamente de Julian. Pero, a quién quería engañar? Nunca iba a poder. Ese día Fran se había ido de casa un poco más temprano de lo normal. Solía quedarse a comer siempre, pero esa noche se juntaba con los amigos y bueno, esas reuniones eran sagradas para él. Nos despedimos de una manera bastante tierna y volví a entrar a casa, para comer con mi familia.

Ya eran las dos de la mañana y yo seguía dando vueltas en la cama, no me podía dormir y eso ya se me había hecho costumbre en estos últimos días. Tomé fuerzas y me levanté a elegir algo para ponerme, lo que ocasionó una gran crisis. Qué me pongo? Después de un largo rato me decidí por un short negro con tachas y una remera simple, blanca y suelta. Me puse mis Vans negras y acomodé un poco mi pelo que estaba un tanto alborotado.

Me había costado un montón tomar esta decisión, pero lo había pensado tantas veces que no me podía permitir seguir dudando. En definitiva, era lo correcto, lo que debí haber hecho hace mucho tiempo.

Bajé las escaleras y abrí la puerta sin hacer ruido ya que no quería despertar a nadie, iba a ser mejor que no se enteraran que salía de casa a esa hora. Corrí hasta el auto lo más rápido que pude pero fue inevitable mojarme, llovía sin parar, solo a mí se me ocurría salir de casa con este clima. Mojé todo el asiento del auto y supuse que mamá se enojaría bastante, pero en ese momento me sentía tan libre que no me importó, por primera vez estaba tomando mis propias decisiones, haciendo lo que sentía y juro que nada se sentía mejor que eso.

Estacioné el auto y miré detenidamente el lugar antes de bajar. Seguía lloviendo así que iba a ser inútil esperar a que parara un poco. En ese momento los nervios se apoderaron de mi cuerpo, no sentía mis piernas, temblaba, literalmente. Respiré hondo, llenándome de valentía y bajé del auto, volviendo a tomar carrera hasta llegar a la puerta de aquél lugar.

2 comentarios:

  1. Me encanta !!!! La primera vez que la leí me quede hasta las cuatro de la madrugada leyendo ����

    ResponderEliminar